Hay pueblos con vida, aunque no se habiten los 365 días del año y La Foceicha, en Teverga, es uno de ellos. En sus casas, las más altas del concejo, los tendales tienen ropa y las madreñas se mantienen esperando a la puerta.
Rufino Bustom, natural de La Foceicha, sabe que los que nacieron aquí saben que son privilegiados y regresan. A recordar que entre caleichas hay rincones que pertenecen a los texus, a reunirse con los vecinos de siempre o los de paso para contemplar en invierno su laguna glaciar.
Esta tierra de patatas, lentejas y escanda tira, y tira mucho.
Un lugar donde ya no usan barachones para la nieve ni zurrones para bajar la leche del puerto, pero que siguen atesorando las mejores vistas de Ventana o las Navariegas. Donde quizás la vida es sinónimo más de paz, que de aburrimiento.
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