Los neurofisiólogos aseguran que no hay evidencias científicas para definir que la Prueba 300, la que pide la defensa del padrastro de Imran para determinar su imputabilidad, sea la prueba de la verdad.
No es una prueba rutinaria ni siquiera clínica. Como mucho hacen dos al mes, para ver la evolución de una demencia, evaluar un trastorno de déficit por hiperactividad, de esquizofrenia o por un traumatismo.
Se colocan unos electrodos estratégicamente en el cuero cabelludo para captar la sensibilidad ante ciertos estímulos auditivos, que no visuales, los usados en pruebas periciales.
En Asturias no tienen ese software y, por tanto, los equipos no están preparados para realizar esa prueba como prueba pericial.
En procedimientos judiciales se seleccionan unas 2.000 fotografías de tres tipos. Unas neutras, otras relacionadas con el crimen, que están bajo secreto de sumario, y unas terceras que les resultan más familiares con el investigado.
Los neurofisiólogos afirman que es una prueba muy sensible a interferencias y que necesita la colaboración de la persona. Por eso, aseguran que no hay evidencia científica que la P300 sea la prueba de la verdad.
En España se ha usado al menos en dos ocasiones. Una de ellas a Miguel Carcaño, el asesino confeso de Marta del Castillo, para localizar su cadáver. La prueba, resultó esteril.
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