Hace más de 35 años que Julián Valle entró por primera vez en una mina. Hoy ha vuelto a hacerlo, aunque esta vieja bocamina de la Mina Obdulia está invadida por la maleza, y a Julián le invaden los recuerdos de una época que nunca volverá.
Este vecino de Caravia es hijo de minero y durante más de 20 años trabajó, al igual que su progenitor, sacando espato flúor de las entrañas de este concejo.
El trabajo de barrenista en las minas de fluorita no se parece mucho al que se lleva a cabo en las minas de carbón, que Valle también conoció durante un breve periodo de su trayectoria profesional.
Su llegada a las minas coincidió con el declive del sector. Apenas un año de entrar en Mina Norberto, la explotación cesó su actividad. Son los años 80, el mineral comienza a agotarse y se produce una tragedia que contribuye a acelerar este proceso: cinco mineros pierden la vida en la mina de Argüelles-Foncaravia en marzo de 1.982.
Tras unos años barrenando en las minas de hierro de Vizcaya, Valle regresa a su tierra para volver a sumergirse en las galerías de la última explotación activa de Caravia. En la mina Jaimina pasa 20 años, de nuevo como barrenero, sacando las últimas fluoritas de esta veta.
Jaimina cierra en 2015, y hoy ya solo queda abierta la Mina Emilio de la vecina Lloroñi, en Colunga.
Aunque el espato flúor sigue muy presente en la memoria de aquellos que, como Julián, dedicaron su vida a esxtraer este mineral.
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