Villayón ha sido un territorio históricamente ligado al concejo de Navia, del que es fronterizo. Al menos, desde el siglo XIII y hasta mediados del XIX no contó con su propia autonomía. Tuvo que esperar hasta mayo de 1869 para lograr su independencia en un proceso que se prolongó entre dos y tres años.
Concejo eminentemente agrícola, la ganadería goza de cierto peso con unas 10 explotaciones de cierta envergadura diseminadas por el territorio. Especialmente en la zona limítrofe con Allande y Tineo, en pueblos como Las Berrugas, Masenga o El Seḷḷón. Allí aún son visibles retazos de la cultura vaqueira y sus celebraciones.
El sector lácteo fue clave para el despegue de un territorio que vivió su época dorada entre las décadas de los cincuenta y sesenta de la pasada centuria.
Su futuro vuelve a estar ligado a Navia y a su sector industrial. Muchos creen que pueblos de la zona baja, como Oneta, Arbón o Villayón, acabarán por transformarse en lugares dormitorio. Mientras en la zona alta siguen reclamando la mejora de sus carreteras para frenar el despoblamiento y potenciar sectores como el turismo. Especialmente sangrante es la situación de la AS-35, principal vía del concejo, construida en los años cuarenta para unir los 31 kilómetros que separan las capitales de Villayón y Boal.
En 2019 llego a la creación de una plataforma vecinal para exigir el arreglo de esta vía, la más transitada de un concejo con tan sólo 12 kilómetros de carreteras de doble sentido. Lo que acercaría de forma mucho más rápida a la costa a municipios del suroccidente como Allande y Tineo.
Un concejo con mucho por descubrir y con todo el futuro por delante.
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