Fuente: RTPA, 2 de febrero. 2021 17:03

La singularidad de la Quinta del Ynfanzón

La Quinta del Ynfanzón

Arquitectura, recursos naturales, elementos de interés y mucha historia

Una monumental entrada de 100 metros de largo que se cuela entre las praderas por las que sigue pastando, no una yeguada tan amplia como antaño, pero sí algún que otro ejemplar, da acceso a una finca cuyo primer dueño data del siglo XV y que desde mediados del XVIII es residencia de los Vereterra por medio de Don Miguel de Infanzón, párroco de Deva.

Hubo que acometer reformas, recuperarla del paso del tiempo y de varios incendios, las guerras carlistas en 1852, llegó la luz y el agua potable y se amplió la casona asturiana primitiva.

La singularidad de la Quinta del Ynfanzón no es tanto su arquitectura, sus recursos naturales o elementos de interés, sino las antigüedades e historias a ellas suscritas y conservadas durante generaciones de títulos y abolengos de quienes la han habitado y siguen haciéndolo.

Entre los antepasado más lejanos, un militar de los Reyes Católicos y entre las piezas de colección más antiguas, una litera de dos caballos.

Centenarios, incluso milenarios, son también muchos de los elementos de su jardín con frutales en su día plantados y explotados por el empresario gijonés Tomás Zarracina.

Un total de 10 hectareas de terreno que por tener tiene hasta un fantasma, el espectro de Doña Ana Solís que, por desleal, permaneció años emparedada aquí.

La Quinta del Ynfanzón es la única de las grandes posesiones similares que se conservan en Gijón con buena parte de su dominio abierto al disfrute del público desde que, en 2002, se adaptara para ser hotel y restaurante y mantener con ello el patrimonio familiar.