Dos hermanos gijoneses, protagonistas de un mundo rural que desaparece
Paco y Eloína comenzaron a trabajar de niños y son testigos de la dureza de la vida en el campo
No hay día que Paco no coja su fesoria y dedique buena parte de su tiempo a hacer lo que más le gusta: trabajar en la huerta. Sus 92 años no parecen hacer mella ni en su físico ni en su memoria. Aún recuerda cuando con 11 años empezó a servir en las caserías próximas a su hogar.
Su hermana Eloína no tardó en seguir su camino. Tenía ocho años cuando empezó a trabajar en la misma casa donde lo había hecho su hermano.
Ellos son testigos de la dureza de la vida en el campo. Unos tiempos en lo que faltaba de todo, en los que el trabajo era de sol a sol ,y en los que pese a tanto esfuerzo, no siempre estaba garantizado llevar comida a la mesa.
Y sin embargo, en un mundo tan duro como aquel, aún había tiempo para disfrutar, aunque fuese por un breve espacio de tiempo, de la vida.
Eloína y Paco recuerdan aquellos momentos con nostalgia.
Ambos fueron protagonistas de un mundo, que lenta pero inexorablemente ha ido despareciendo, pero que ha quedado marcado en cada una de las arrugas de su piel.